Por Jorge J.García
Sin lugar a dudas me atrevo a decir que nuestra niñez estuvo marcada por las unidades de transporte urbano que en la Rep. Argentina conocemos como “colectivos”. En mi caso, para no ir más lejos, debo reconocer que la primera vez que subí a un ómnibus fue en la desaparecida Línea “B”. Esto se debía ya que por los años ´60 solo esa empresa prestaba servicio a los habitantes del Barrio Gráfico, en Físherton, al oeste de la ciudad de Rosario.
Tengo el lejano recuerdo de aquellos modelos ingleses marca Leyland que traían caja de cambios hidráulica, con esos cambios muy cortitos y especificados por ranuras. Era una sensación muy especial abordarlos cada mañana para ir rumbo al colegio Stella Maris, ya que mi corta edad me hacía ver unos vehículos enormes, extremadamente largos y con ventanillas duras de abrir. Su recorrido era desde el barrio, tomaba por atrás de Físherton, doblaba en calle Donado, desembocaba en calle Córdoba; giraba a la derecha en Santiago, hacía dos cuadras y tomaba San Luís. Al llegar a Maipú, comenzaba el regreso: tomaba hasta Santa Fe, luego recto hasta doblar obligadamente en calle Paraná y de allí nuevamente en la amplia calle Córdoba con destino a Físherton, doblando en Donado, luego, Avenida Brassey , Wilde hasta llegar al barrio.
En esos tiempos existía el guarda, acompañante del chofer que te vendía el boleto. ¡Si habré coleccionado esos papelitos color azul y blanco en busca del boleto” capicúa”, es decir, que comenzara con un determinado número y terminara con el mismo número invertido. Por el ej: el 29492. Y ni hablar si me llegaba a tocar el que tenía todos los números iguales…(¡ése era por demás de especial y se lo guardaba en una cajita) El progreso recién se veía llegar, y al paso de unos meses llegaron los Bedford: vehículos no tan altos ni largos, con el frente medio narigoncito (ya que los Leyland eran frontales) , con la novedad que el timbre para descender era un piolín largo atado a una campanita en la parte delantera, justo arriba del primer asiento doble de la derecha. Muchas veces, optaba por sentarme en el asiento largo del fondo ya que había un espectáculo adicional: el apurado que por bajar rápido se “colgaba” de la cuerda y el timbre, ¡no sonaba!.. Escuchar sus maldiciones era motivo de risa para la mayoría del pasaje.
Si mal no recuerdo, la firma de los vecinos hizo que la Línea “202” ingresara al barrio. Eran todas unidades Mercedes Benz con su color marrón clarito. Se los diferenciaba a lo lejos en el ruido del motor, ya que no “ronroneaban” como sus colegas de la “B”. Vale aclarar, que esta empresa anteriormente tenía su recorrido desde la rotonda de Córdoba y Wilde (donde existía un reloj), iba recto por calle Córdoba, doblaba a la izquierda en Lavalle, llegaba hasta San Lorenzo, derecho hasta Laprida. Previo esquive al Hospital del Centenario. Al tomar calle Rioja comenzaba su retorno: iba derecho hasta Alvear y desembocaba en Santa Fe. De allí hasta la necesaria curva de calle Paraná y continuaba el regreso por calle Córdoba. Doblaba en Tarragona, luego hacia la derecha tomaba calle Granaderos , Wilde, entraba al barrio y finalizaba en calle Mendoza..
Hubo varias unidades que no pasaron al olvido: el No. 13 de la “B”, el único Mercedes Benz que tuvo la empresa, duró un año y meses; con la característica que te sentabas y ¡no llegabas a las ventanillas!.. Otro ómnibus de esta empresa con historia era el No. 12 que manejaba “Venenito”. Un hermoso modelo Ford( para esa época ya habían cambiado todas las unidades) que venía adornado con varios emblemas del Glorioso Rosario Central. Varias veces subía y veía a Inveninatto (su conductor y ex jugador del equipo de Arroyito) que “lucía” alguna herida en su rostro debido a alguna pelea al terminar un clásico con los eternos rivales rojinegros, o cuando iba a Buenos Aires a ver los partidos) . Si hablamos de la Línea “202”, no puede quedar excluido el legendario No. 13, que cuando se inundaba la Av. Wilde era utilizado para trasbordar al pasaje, al que todos le llamaban “la lancha”… También queda en la memoria el famoso No. 9 conducido por el “petiso” (así le llamaban todos), Rosas. Un verdadero muestrario móvil auriazul, ya que su fanatismo trasuntaba en todos los elementos que rodeaban su volante. Banderines, colgantes, la foto del equipo canalla, TODO era azul y amarillo. ¡Si habremos viajado colgados en el estribo luego de una victoria de Rosario Central! Porque muchas veces al salir del estadio nos íbamos a tomar la “E” ó la “210” hasta Cafferata y Santa Fe, donde también venía repleto.
Saliendo de las dos líneas de mi barrio no puedo olvidar la Línea 217, con sus enigmáticas unidades, a las cuales o les faltaban asientos, o viajabas sin luz en la noche, o traían “portaobjetos” junto a los asientos debido a su carrocería muy deteriorada. Cuando había que dirigirse rumbo al sur, la “225” era la mejor oferta. Ya cuando me tocaba ir los sábados al campo de deportes del colegio San José la “54” recorría la extensa Av. Ovidio Lagos.
En el verano, mucha gente para ir al balneario La Florida, debía subirse a la “A” ó en su defecto, la “210”. Si un domingo la opción de esparcimiento era el Parque Independencia, siempre tomaba la “58”. Para los pic nics en primavera no había muchas opciones: la “L”, si íbamos a Carcarañá; la “COTAL” si deseaba ir a Pérez ó Zavalla. En fin, todos estos recuerdos ya son parte de la historia de muchos… ¿qué líneas marcaron tu vida…?
* El agradecimiento a Jorge -alias Charly J Garcia- por este aporte recordando sus vivencias relacionadas con la temática.